Creo olas con el envés de terciopelo y la cresta de marfil,
caracolas como amapolas redondean las aristas de la mirada intuitiva del
corrector de sueños y cuando me busquéis, allá a lo lejos, allí me encontrareis, en los de ella, en los de él y en los tuyos también.
Una voz, una escena, esos ojos de miel de arena, que me miran y me desarbolan, que me señalan y me cortan,
que me dejan sin manos y sin palabras , vendaval de estrellas romas,
frio ese camino entre ramas ampas, de brotes y almas rotas, versos de
luna que en la noche ocultas, contén el horizonte y las mareas, vístete
de lucero y encuentra el palido lirio que me condena a ser un recolector de sueños en la rosa de los vientos, diestros y zurdos, zurdos y diestros. Un millón de olas de almibaradas aguas y salientes de coral navego y por tus ojos de perla y esfera encuentro arrecifes donde naufrago una vez, dos y hasta más de tres, navegando entre
letras y palabras recuento resquicios en el puente de tus sandalias de
nariz roma y perfil griego prensil, estas manos de petalos de rododendro
balbo cuestionan mi estilo de dirimir esas noches
blancas con estrellas de neón, cautivo de tus labios de color azulón,
esos que son ellos y solo ellos los que dibujan besos en mi bardo
corazón y es entonces cuando afilo la pluma para escribir delirios y
vuelcos, caminos torcidos y delitos de amor, los sueños me responden con
malabares y pasos de campanillas colgando en el pecho de mi despertar,
cuando te encuentro me pierdo en la selva de tus versos y cambio mi vida por tu destino atropellado
y no me miras cuando yo soy un estrecho suplicio acorralado, calvario
entre adoquines de cenefas de agua y calamidades carmesí, madejas de
espinas y velas en llamas como pamelas de luna en rima , palomas de
hierro vuelan sobre mi pecho de prisas y lamentos, sus plumas son de
abejaruco y los picos parecen espadines en cloroformo de color amorfo,
maitines en las puertas de los palacios de mi vestimenta de negra dalia,
memorias de un pasquin de cualidades por disipar tan rotundas como mi
suspirar, de maneras de un verso que parece verdad absoluta y
que pinta paredes con el flujo de sus pestañas granadas al descubrir
unos ojos verdes como los tallos de la caña joven que tensa
la espada, esa que revuelcas haciendo bruces y cruces y llevando en
silencio las veces que el ceño frunces, al sentir entre tus jadeos la penitencia grata, dentro de ti entrar.
Allá en la charca de la rana roja, se encuentra galana la llave del
portalón de acero, ese que para abrir tienes que ser sombra deslizada
con talento carcelero, agujeros de balas y de palabras, de lunas de
pálido temblor y de largas piernas como escamas de plata y rayos de
nylon, placas de hielo en mis sienes y entre el sabor de un hombre con
retos y prietos los cordones del bombín y la patada, se abalanzan las
penas y las trizas de la torre de torsión, esa que desde las alturas de
tu cara parece un obelisco de azúcar de caña, de rama y cama, de voz callada, de luz de azucena alada, de látigos con peanas y de cielos con puertas abiertas cuando vienes de lejos, sin ropas ni retos y yo entro en el sueño suelto,
por la puerta de atrás, escaleras de platillos de oro y paladines para
recordarlos más por sus besos y sus rencores, que por el vestir de paja,
esquinas de los porches en los que se necesita saber palidecer y
sonreir como mortaja , antes de morir, mala selva la de tus labios que
son magenta y dolor dual, marañas de montañas expuestas al fervor de los
cuervos azulados, aquellos que saben de cuando en cuando quien es cielo, quien infierno y quien amor.
*soy el naufragio de tu alma, el balcón de tu horizonte,
el suelo de la mañana, tu ultimo palpitar en el negro corsé, me llaman
el corrector de sueños y mañana cuando despiertes, sabrás porqué.
Santos Catarroja,
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