No es lo mismo ver que mirar, cuando miras eres ciego de
eternidad, pero cuando ves, eres pura
percepción engalanada,¿ sabes por qué
una mariposa vuela si solo tiene dos alas? , disfrutas de una flor que se abre
sin que nadie la deshaga y porque sale el sol de madrugada, si nadie lo
enciende ni lo apaga !Ay cuando ves,
cuando ves nada vuelve a ser igual, las personas son almas sonrosadas ,
las noches son bolas de sangre en las mañanas, los besos palabras que se clavan
como espadas, lo amado, sagrado y el color ya no es color, el color es lo que
te hace discernir si vivir es morir entre paradas, o morir, vivir entre
moradas, siendo tu vida la que tras mirar en la oscuridad, aprende a ver lo que
esconde esa luz que nunca alcanzarás a saborear ni de lejos ni en ensoñanza y
que quizás creíste en algún momento, que tu existencia fue la nada dentro del
escenario de lo que el mundo cree haber visto con los ojos de mirar y no con
los de ver entre la añoranza. Los hay
que solo ven lo que miran, yo veo lo que veo, aunque no mire, puro don, innata
facultad, habilidad que no descansa. Que lastima confundir la sensibilidad
diferenciada con locura imaginada y creer que la intuición y la clarividencia
es simple ignorancia. Nunca volveré a
creer en las personas, nunca me volverá
a pasar, aunque en ello este en juego la
sangre de mis entrañas
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No soy cicatero, soy generoso, altruista y dádivoso, si eso parece preocuparle al habitante de los rascacielos de viento y agua, los de las aristas que cortan la sal y el aire, donde la arena arrastra grandes garajes de miradas olvidadas, donde se escondian las pasiones mas oscuras, tras puertas de chapa bien cerradas, sin sotanas, con gemidos y sin palabras, mientras en los tubos de porland y sonrisas subian ascensores llenos de batallas y vacios de suspiros bajaban.
Tranquilos no hubo engaño, ni enredo, ni farsa, fue el perro verde en su visita
a la ciudad del acero que amarilleaba donde supo que no son los cielos la
altura a ti mas cercana, sino la amapola del sonrojo despótico de la encerrona,
del blanco sol que entraba aquella tarde, por unos balcones carentes de
ventanas.
Y no insulteis mi inteligencia disipada, porque ni tu ni
cien como tu sois capaces de engañarla.