Infortunado el infortunio de tus ojos, esos que ven donde no hay, que miran lo que nada esconde, que entre violetas, lirios y rosas observan el jaleo de las cosas, que se maravillan con el sonido de la estrofa y de la prosa, busco en la estetica abstracta de la escritura unos zapatitos sin tacón, papelitos de colores, espejos de señales y corrales, barandillas de postales, pertrecho en un cuerpo sin parajes, tierno paisaje, el de su trueno estrecho. Escribo en los rios de la mente esperando entrar en el camposanto del intelecto, me conformo con el cloroformo del silencio, abasto el sueño de la azucena que vela al amado que la espera, al soldado que ya no piensa en nada más que en la bala que reventará el clavel de su solapa, esa sangre que se espesa sin presencia, sin color acaecido en el mundo desaparecido,....de mi sinrazón. Soy el que dibuja sonidos y palabras para que otros las hablen por mi como posesos, adentrarme en ellos y poseer todos sus pensamientos, hacerlos mios y en ellos sobrevivir en la eternidad del tiempo, que digan que es El Valentino el que habla sin mortaja, que su muerte es perdida en el corazón poseido de las cartas de una baraja, que por treinta te tiraron sobre el tapete de una mesa que me ultraja. Me encandilan las mil batallas, las sonrisas de una noche en que escribí al aire en arameo, el sonido de las alas de mi fantasia desatada, el calor que recorria mi esplada y mi corazón desbocado, entre montañas de cristal y oceanos, entre constelaciones y doctores me encontrarón erizado con las manos en el piano de mi vida, anidaron en sillas de salitre y cielos de noche se cernieron sobre mis poemas de tinta y pupitre, de presencia y estirpe, palomas campesinas
de sociedad.
Moros en moré, espectros de silencio y recuerdo, cauces sin agua, mañanas sin amaneceres, ese punzón oscuro como la noche, morir herido por la aguja de tu broche, en el suelo el cielo se curvaba, eran dos soles que se enlazaban, dos voces que bramaban, cazadores de luceros, competian con fornidos lanceros, buscando de museros a las tres princesas, para que rimaran con las escrituras, de los poetas.
Es en el montecoro donde empezó todo, en sus pendientes y sus arrabales, dientes como portales de luna, perdidas las cunas y su posibilidad, se disipó la niebla de las aceras, se ventiló mi cabello de plata y crei sentirme muerto en el silencio de la oscuridad, diamante de una estrella sin mirada, mi alma cortada, el alma varada, en mi soledad.
Un diván rojo, divisé un diván rojo en la aureola de un mar, vaciaba.
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