plazita de cielo, maceta de acero, cartilago de halago, camisa de soledad.

lunes, 22 de septiembre de 2014

una lira de saliba sonaba a soledad.



La noche precipitó su capa, mientras la botonadura brillaba bajo la luz de la la luna y un remilgo fruncía la boca, en la lejanía un albatros extendía sus alas y su ojo se apoderaba de mi alma.
Duérmete bajo el mido de mi pasión, sostén en tus manos ese jarrón de humo y seda que entrecortas con la voz de un guiño casi precipitado, orillas de rayas y puntos como una imagen apreciarían conmigo tu sonrisa, tus labios de frio viento inundan el alma de uno que estaba ya absorto de amor, solitud, dolor y arrogancia y entre el pelo una estrella rota por el aliento de la luna desenvuelta, oigo rumores de perlas y brumas de estraperlo, caminos con ladrillos de amarillos besos, viven en mi un recuerdos de verdes acequias y caprichos de cielo en la puerta del bar Muria, ese cabañal perdido donde el hocico del rocío de un saciado día de tarquín perdido, sería en

tre tu alma y mi alma atroz un jazmín de bocas lleno, joyas de silbos infinitos me volvían de un frio intenso, pinta colores en nubes como si fueran maquinas de llover sobre el verso de un color añil fugaz como tu espalda, la que lleva estriberas para no caer al precipicio de esos ojos tan profundos como la atalaya de un susurrar sin umbral. Dentro de mi existe una puerta finita, reluciente con goznes de oro y bisagras de soledad, el que pica en su picaporte hace que resuene en su interior un lucero de nostalgia, mis sueños despiertan con besos nuevos que dar a horizontes que se me antojan ya visitados por el caminar atormentado de un alma intemporal y tus ojos brillan como de cristal, juntos los ve la noche esparcida en el sotarral de una luz de neón tan rosa como la lengua de un gato que lame como un chiquillo la luna en el fondo de un charco despierto , silencios que de lentos escaparon, que dan vueltas y huelen a jabón escampado.Y sorprendí al secreto de un efecto que sonríe como una traición, amores fatales que tras una cortina de lluvia verde escondes, mi corazón es un muerto pálido sin casi color, en noches llenas de brillos que contienen la voz de tu flor,  se encuentra lo indecible, la verdad del piano que toca a muerte, con sus manecillas de reloj titánico devuelven una hora que es de sueños y sus números no encuentran el tiempo por llegar, quizás unas alas de silencio se lo llevaron a otra habitación, a otra cita desafortunada, unas letras descienden en cascada, como la dolencia de un corazón amilanado por la soledad, unos tristes baúles conservan lo que fui alguna vez, un coloso, un titán, un portento, lo que nunca dejaré de ser aunque ya no sostengo ni mi propio dolor, un triangulo sin vértices, sin besos como el salto del ángel juzgado, como la delicadeza de un entierro de flores de visita, una permuta ventajista sorprendió tu sueño de caliente sangre roja y como los ojos de un ocelote de vértigo inusual, sus zarpas de oro se desgarran sobre una tela de seda de astracán negro y la silla de madera siente un palpitar, un vuelco, mientras una sonrisa de hielo abierto por el desenlace del velo de la vela sin cara entusiasma al invasivo dolor de estrellas y enseña unos dientes de metal amorfo que dan forma a un velero de luna con vela de acacia desatada, el raso de su ramo desangra una pecera de peces de colores pastel y un lienzo amarillo despeja como de frente un costado aniquilado por una daga de estructura redonda con seno de palancana con el borde azulón perlé, donde se vierten sabores a fresa y magnolias aromáticas desean ser tocadas por las manos de un deseo. Sueño soledades de números sin cifras, veo canales de aguas sin humedad, poseo en llamas el alma de un secundado y entre armillas de un dedo calcificado por el horror, se me dispone el acierto de una higuera blanca como el color de un sentido parapetado en el caballo amoano que todo lo perfila con cascos rojos como el sopor, nunca pensé ser el escenario de una noticia y menos que tus besos fueran de terciopelo como el caminar de un belfo sentenciado. Que bien le sienta la tarde, que profundos ojos enmarañan mi corazón, yo que siempre te espero desolado y hambriento de amor por ti, y tú, con tu frágil figura, desfiguras mi alma de turbulentas noches, cuando te vi lo supe de repente, no podía ser inapetente lo que sentía por tus cielos de nubes descargados, mi amor lloraba como un gruñido de dolor fruncido como tu falda de cuadros afranelados, verdes y azul, mientras unas medias de seda con tonos marinos como mis sueños y unos zapatitos de taconcito cuadrado como las ilusiones alrededor de nuestra juventud, plisaban tu mirada, en mi corazón desbocado navegaba por tus mares azulados, el de tus besos de miel ensangrentados por las heridas inflingidas sin tu querer, en la luna dormía todas las noches con estrellas entre mi pelo y luceros de almohada improvisada acunaban mi fantasía, nunca llegarás a saber lo que en mi interior transformaste, fue como decirle a aquel papel mudo de silencios que sigo estando aquí, mirándote, sintiéndote, lloré de amargura de ser por ti lo que tu querías ver, mi vida la puse a tus pies y entre recuerdos de fantasía un gesto de alegría me devolvió de repente mi vida atada a un fulgor más intenso que mi propia alma y de fondo, una lira de saliva sonaba a soledad.
Una cortina de macarrones de plastico verde colgaba de mis versos, andé sobre las aguas como si fuera una tormenta de tormentos, sin aparente esfuerzo.


Compartir¡Qué sería la vida sin rosas!
Una senda sin ritmo ni sangre,
un abismo sin noche ni día.
Ellas prestan al alma sus alas,
que sin ellas el alma moría,
sin estrellas, sin fe, sin las claras
ilusiones que el alma quería.


Lorca, Garcia Federico.

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